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Educación Emocional IV: Propuestas prácticas para el conocimiento y la expresión emocional

¡Y llegamos a la mejor parte, la práctica! Ya estamos informados y concienciados acerca de la importante labor que la educación emocional cumple. Por ello, nos toca tirarnos a la piscina poniendo en práctica estas actividades para trabajar la primera de las habilidades: el conocimiento y la expresión emocional. Recuerda que siempre, siempre puedes adaptarlo a tu nivel, alumnos y situación. Son ideas para inspirarte.




Sesión de filosofía para niños: las emociones. Siguiendo las pautas de la metodología de la FpN (filosofía para niños, propuesta por Mathew Lipman), es posible poner en marcha una asamblea para reflexionar y pensar acerca de qué son lasemociones, cuáles son y cuáles conocemos, cómo se expresan, cuándo las vivimos,... planteándoles un esfuerzo cognitivo a los niños y que expresen oralmente sus conocimientos y percepciones acerca del mundo emocional. Mostrarán las ideas previas y el docente podrá establecer de manera aproximada cuál es el punto de partida de la educación emocional a desarrollar en su aula. A lo largo del curso, se realizan nuevas sesiones de FpN en las que se aborden temas más concretos con los que profundizar en el aprendizaje y complementar lo que ya han adquirido, centrando el debate en emociones (qué es el amor, qué es la alegría, ..... )

El emocionario: diccionario de emociones. Este libro, de la editorial Palabras Aladas, describe con sencillez cuarenta y dos estados emocionales para que el niño aprenda a identificarlos y, así, pueda decir lo que realmente siente. El docente lo puede emplear como recurso pedagógico para ofrecer una definición de cada emoción, así como acudir a él para identificarlas cuando estas invadan el aula por llantos, enfados, alegrías, buenas amistades, peleas, frustraciones,... Puede convertirse en un recurso al que acudir cuando surjan dudas o deseos de profundizar en el conocimiento emocional, incluyéndolo en la biblioteca del aula.

Paula y su cabello multicolor, de Carmen Parets Luque. Utilizar la literatura infantil como recurso para la educación emocional siempre es buena idea por el poder transmisor de conocimientos que estos poseen. Este es un cuento emocional sobre las emociones más básicas: alegría, tristeza, enfado y miedo. Narra la historia de Paula, una niña que tiene la particularidad de que en función de si tiene miedo o está triste su pelo cambia de color. El cuento muestra respuestas para cada uno de estos tipos de emoción y también refleja las cosas que hacen sentir feliz a su protagonista.

¡Caras, caritas! Se trata de un juego simple que consiste en poner la expresión facial correspondiente a cada emoción delante de un gran espejo, para poder ver a los demás y a uno mismo. Se seleccionan varias emociones y una por una se van poniendo las caras. El docente puede mostrarse como ejemplo pero procurando que cada alumno lo haga a su manera siempre dentro de la emoción establecida. Además, se irá modificando la intensidad de la expresión emocional. Por ejemplo, primero se ponen caras contentas, luego muy contentas, luego riéndose, luego tirándose por el suelo de la risa.

Álbum de emociones. Esta propuesta consiste en seleccionar varias de las emociones básicas, como la alegría, la tristeza, el amor y la ira, y sacar una foto a cada alumno expresando con su cara cada una de esas emociones. De esta manera, de cada uno tendremos su foto alegre, enfadado, triste y amoroso. Una vez las reunamos todas, se imprimen formando un álbum de emociones donde en cada capítulo se concentran las fotos de todos los alumnos dedicadas a cada emoción propiamente dicha. Este álbum puede observarse cada día por el encargado. Mientras se profundiza en el aprendizaje emocional, se pueden incluir nuevas fotos con nuevas expresiones como la vergüenza, el orgullo o los celos.

El sombrero rojo de los Seis Sombreros para pensar. El sombrero rojo de Edward de Bono es un recurso a incluir en el aula como instrumento para expresar emociones ante situaciones determinadas, especialmente ante momentos conflictivos o difíciles en los que se requiera una reflexión emocional como en peleas en el patio, el no compartir, ofenderse, llorar constantemente... Puede estar ubicado en una zona visible del aula, al alcance de todos para acudir a él cuando alguien necesite expresar cómo se siente. Cada vez que una emoción invada a un niño, se le colocaría el sombrero encima para, en asamblea y frente a todos los demás, exprese qué sensaciones y emociones le ha producido tal acontecimiento, identificando así lo que siente y comunicándolo de manera oral.

¿Qué cara pondrías si....? Este juego consiste en asociar, a una situación dada, la emoción que uno expresaría de tal manera que se asocien las causas a las consecuencias emocionales que suponen. Sería conveniente, esta vez, no utilizar espejos para que el niño controle su propia expresión facial sin observarse. Un niño voluntario piensa una situación concreta (no quiere jugar nadie en el patio, te rompen un dibujo, caes al suelo y te haces daño, te insultan...) y lanza la pregunta al resto de compañeros: ¿qué cara pondría yo si nadie quisiera jugar conmigo en el patio? Ante ello, ordenadamente los compañeros ofrecen sus ideas asociándolas siempre a una emoción. La respuesta seguiría el esquema siguiente: Pondrías cara de (y la emoción), que se expresa así (y la expresión facial).

Cara cambia. Se trata de jugar a crear emociones. Con cartulina, goma eva y fieltro se crea una cara sin ojos ni boca ni cejas. Con otro material se elaboran varias bocas, varios ojos y varias cercas, de manera que cada unión de boca-ojos-cejas indique una emoción (alegría, tristeza, enfado...) para ser conscientes de cómo cambia la cara en función de la emoción. Pueden jugar libremente o de manera guiada, indicándoles por grupos qué emoción deben representar. 

Historias de emociones. Se divide la clase en varios grupos. A cada uno se le adjudica una emoción concreta y deberán inventar una historia en la que la protagonista sea dicha emoción. Por ejemplo, una historia sobre la tristeza. Como pautas para orientar se pueden inspirar en de dónde surgió la tristeza, por qué aparece, qué hace con las personas... Una vez la finalicen, un representante de cada equipo contará su historia a los demás. Puede ser grabado en audio para posteriormente trascribirlo y crear un librito de cuentos de emociones propio del grupo, incluso para llevar a casa.

Juegos de rol con marionetas. Los niños seleccionan dos emociones y adjudican cada una dos personajes. Por tanto, cada marioneta deberá actuar bajo la influencia de la emoción que se le ha otorgado. El hilo conductor de la historia, a modo de narrador, lo puede ofrecer el docente, a lo que los niños voluntarios que den vida a las marionetas deberán responder creando diálogos acordes a la emoción y a la situación contada.

Cajita de abrazos. Esta rutina puede realizarse en momentos puntuales, como la vuelta del patio o antes de marchar a casa. Antes que nada, se elaborará una caja pequeña donde se introducen papelitos con diferentes tipos de abrazo (de nariz, de mejilla, de frente, de orejas, fuerte, cinco abrazos rápidos, de pies, con palmas abiertas, de puntillas, abrazo bailando, abrazo con dedos, abrazo sentados, abrazo a la pata coja...) Se trata de caminar por el aula libremente con una música suave y, al pararla, al compañero que más cerca se tenga se le dará un abrazo del tipo que haya salido.

El karaokemoción. Consiste en llevar a cabo un karaoke algo peculiar, puesto que las canciones son cantadas bajo la influencia de las emociones. Se seleccionan aquellas que sean bien conocidas por los niños, por ser propias de la cultura o porque son cantadas con frecuencia en la clase. Entonces, el juego trata de cantar dichas canciones pero bajo los efectos de una emoción concreta. Por ejemplo, cantar todo el famoso Hola, don Pepito estando enfadados. Esta acción expresiva se realizará tanto con la cara como con la voz y el propio cuerpo. Después se puede cambiar la emoción y entonar nuevamente la canción. Del mismo modo, es posible realizar variaciones formando dos grupos de cantantes, cada uno con una emoción concreta. Así, cada trozo de canción es cantada por un grupo para alternarse con el otro y observar las diferencias en la forma de cantar intentando expresar la emoción establecida.

Al ritmo de la emoción. El procedimiento es el mismo al anterior, pero en esta ocasión solo se expresarán emociones mediante la danza libre y espontánea, aunque como variación también se pueden realizar coreografías que hagan referencia a una emoción concreta. En primer lugar, tumbados en el suelo se escuchará con atención la música escogida. Al finalizar, se comenta en gran grupo cuáles son las emociones que se han sentido durante la audición, o cuáles emociones inspiran esa melodía, y ya por último se ejecuta el baile libre, expresando esas emociones mediante la danza. Las melodías a escoger deberán ser instrumentales, a ser posible, para que sea el sonido sea (y no la letra de la canción) el que transmita el sentimiento y los niños lo conecten a una manera de mover el cuerpo. 

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